Isolda y Tristán en el Teatro Real

El pasado domingo asistí a una función de Tristan und Isolde en el Teatro Real. Con ello cubría el cupo de las funciones que había definido como imprescindibles cuando se presentó la temporada del Teatro Real el pasado Abril.
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Muchas veces se ha comentado que el público del Teatro Real adolece de cierta frialdad. Lo único que puedo decir es que tanto en la función de Tancredi a la que asistí el pasado Diciembre el público fué generoso en sus apalusos y que en la función del pasado domingo consiguió que toda la platea se pusiese en pie ovacionando a los intérpretes. Está claro que cuando lo que se ofrece es de gran altura el público del Teatro Real responde con calor.

A pesar de estar agotadas las localidades, prácticamente desde el mismo día en que se pusieron a la venta, conseguí una localidad patio de butacas desde la cual disfruté de un gran Wagner desde el punto de vista vocal.

La ventaja de estar sentada en una butaca de patio es que se tiene una estupenda visión del escenario. Otra ventaja, que algunos podrían considerar desventaja, es que la densa orquestación de Wagner se siente en la mismísima planta de los pies y en todo el cuerpo, aunque durante breves momentos noté reverberaciones. Estas sensaciones hacen vivir la partitura más intensamente.

La producción de Lluís Pasqual me pareció interesante en el primer acto pero me pareció que iba de más a menos en los siguientes actos. Pasqual utiliza distintas épocas en cada uno de los actos para remarcar el carácter eterno del amor de Tristan und Isolde. El primer acto, situado intuimos en un ambiente medieval, que transcurre en la cubierta de un barco de la que el públco sólo ve la proa, me pareció muy logrado desde el punto de vista estético. El mar plateado parecía tener vida, un cielo nuboso y gris presagiaba un futuro incierto.

El segundo acto transcurre en el siglo XIX, los elementos que componen la escena son unos árboles y una cama que se intuye. Lo peor de esta escena es el movimiento de los árboles, que se llegaron a atascar generando ruidos molestos, creo que aportan poco a la escena. En este acto aparecen los primeros fallos de dirección de escena, a mi entender, porque la aparición del rey Marke y su escena pierden toda la intensidad teatral que merecen.

El tercer acto transcurre, en lo que me ha parecido, a finales del siglo XX. La acción transcurre en una especie de sanatorio. Pasqual nos presenta a Tristán como un desquiciado en lugar de un herido que delira en sus últimos momentos.

El reparto de esta función estaba compuesto por un reparto de grandes cantantes wagnerianos. De la Isolde de Waltraud Meier poco podemos decir, su interpretación de Isolda es conmovedora y resuelve brillantemente su parte vocal. Para el público estuvo claro que Isolde fué superior al Tristan de Robert Dean Smith, que aunque tuvo una actuación muy loable palideció al lado del resto del elenco. René Pape, al que escuchaba por pirmera vez, como el rey Marke me pareció brillante. Uno voz muy bonita y una presencia escénica que se desaprovecha en esta producción. Mihoko Fujimura, como Brangäne, fué solvente pero su voz no me parece adecuada para el papel. Alan Titus, como Kurwenal, continua teniendo una voz potente pero falta de frescura, más constatable al lado de Pape.

La orquesta dirigida por López Cobos me pareció correcta aunque en algunos momentos sólo me daba cuenta de que se trataba de Wagner únicamente por la densidad orquestal no porque la orquesta reflejara un espíritu wagneriano.

El público en pie ovacionó a los intérpretes en cada final de acto. Al final de la representación la ovación, con gran parte del patio de butacas en pie, fué impresionante. La gran triunfadora de la noche fué, sin duda, Waltraut Meier.

Una gran noche operísitca y wagneriana, en lo vocal, y una gran satisfacción por haber podido escuchar a la Meier y a Pape. Ambos me han creado grandes expectativas para la Die Walküre que interpretarán el próximo mayo junto a Plácido Domingo. Esperaré con impaciencia hasta que esto ocurra, creo que será muy interesante a pesar de que la tengamos que ver en versión concierto.

Publicado el 30 enero 2008 en Sin categoría y etiquetado en , , , , . Guarda el enlace permanente. 4 comentarios.

  1. Ximo, no me extraña nada leer que las funciones de La Scala hayan agotado a la Meier… Afortunadamente su agenda sólo contempla recitales y conciertos durante Abril y Mayo con lo que me imagino que vendrá al GTL en las mejores condiciones posibles… 🙂

  2. Viva la Meier!!!Y con Placi!!! Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa qué ganas de esa Walkiriaaaaaaaaaaaaaaaaaa

  3. Afortunada Mei, yo para esta me tuve que conformar con Radio Clásica donde Dean Smith me gustó más que West, a pesar de los clamorosos gallitos del tercer acto. Meier sin verla no es lo mismo, debido al estado vocal actual, aunque la intensidad persiste y la orquesta, que cosas!, me gustó más por radio que al natural.
    Por lo demás está claro que Chéreau vence por goleada a Pasqual.
    Espero que la Meier, en la Sieglinde del Liceu, esté más descansada, nos comentaron fuentes muy solventes e internas del teatro, que vino agotada de la Scala.

  4. Esta crónica estaba esperando yo!!! Si ya tenía ganas de ir, ahora tengo más, aunque me toca en el gallinero más gallinero del teatro real (por no sacar la entrada a tiempo) o sea que de reverberaciones me temo que pocas.
    Ya te contaré a la vuelta mis impresiones. Para Die Walküre no conseguí entrada, lástima…

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